«No es más que un iPhone grande». Eso es lo que muchos usuarios pensaron de aquel primer iPad que se lanzó un 27 de enero de 2010. El producto que quería revolucionarlo todo no parecía en absoluto revolucionario.
Para Steve Jobs el iPad era el eslabón perdido entre el móvil y el portátil. Un producto que podía hacer mejor muchas cosas que ni el uno ni el otro podían hacer. Resulta que aquello era verdad: el iPad ha transformado la industria, pero lo que nunca ha logrado es matar al PC definitivamente como parecía que iba a hacer. La era Post-PC no es tal.
«Esto no es más que un iPod touch grande»
Fue probablemente la última gran keynote de un ya ajado Steve Jobs. Aquel 27 de enero de 2010 el cofundador de Apple sorprendía a propios y extraños con un producto que se apartaba de lo que muchos habían previsto. El iPad (que no iSlate) no costaba 1.000 dólares sino la mitad, e iría mucho más allá de la navegación web y de la lectura de libros electrónicos.
Lo que nos presentó Jobs fue una tableta que redefinió la categoría y convirtió al iPad en referente absoluto de este mercado. El iPod no tuvo competidor pero acabó canibalizado por los iPhone, y este último tuvo respuesta por parte de Google y sus móviles Android.
El iPad nunca tuvo rival. No al menos en su orientación original: la de un producto pensado para consumir contenidos pero que también daba pie a producir esos contenidos.
Muchos protestaron por un dispositivo que no era más que un iPhone grande o un iPod Touch grande. Aquello no podía tener éxito, ¿verdad? Pues vaya si lo tuvo. Las ventas se dispararon progresivamente y convirtieron al iPad en un éxito rotundo de ventas. Antes de dejar de ofrecer números sobre unidades vendidas, en Apple sí confirmaron que habían vendido más de 400 millones de ellos a finales de 2018.
Jobs indicó en aquella conferencia que el iPad estaba pensado para hacer muchas cosas mucho mejor que los móviles o los portátiles de la época. Puede que no lograra hacer todas mejor, pero para muchos se convirtió el la alternativa perfecta al portátil. No como sustituto completo, pero sí como compañero de viaje que hacía más cómodos muchos escenarios en los que el portátil o el móvil no eran tan elegantes o tan funcionales.
A ello contribuyó de forma definitiva un componente esencial: el software. El catálogo de aplicaciones y juegos del iPad ha acabado siendo la verdadera razón de su éxito. Google o Microsoft plantearon alternativas fallidas en este sentido —Android estaba demasiado pensado para móviles y Windows para PCs y portátiles— pero Apple y sus desarrolladores supieron aprovechar las posibilidades del formato y lograron crear aplicaciones espectaculares que se comportaban tan bien en el iPad, aprovechando sus recursos, como en el iPhone.
El iPad ahora quiere sustituir al portátil
La evolución del iPad fue fantástica hasta que dejó de serlo. El ciclo de renovación del dispositivo se convirtió en una de sus condenas: este producto funcionaba tan bien durante tanto tiempo que los usuarios aguantaron (y aguantan) años con la misma versión.
Las mejoras en posteriores modelos fueron llamativas, pero nunca tan definitivas como argumentos de venta como las que proponían los iPhone. De repente las ventas comenzaron a renquear, y a ello contribuyó el hecho de que Microsoft aprovechó su experiencia previa y las ideas propuestas por el iPad para crear un eslabón más en esa cadena: la tableta convertible, que con el Surface Pro demostró que tenía (mucho sentido).
El éxito del formato hizo que hasta Apple cambiara de marcha. La aparición de los iPad Pro en septiembre de 2015 amenazaba a los mismísimos MacBook, o eso planteaba la firma de Cupertino con el soporte del Apple Pencil y el Smart Keyboard. De repente la tableta se podía convertir también en una especie de portátil.
Lo que no acompañaba, por supuesto, era el software. Por mucho que iOS triunfase en dispositivos móviles, sus carencias a la hora de sustituir a un equipo de escritorio eran claras. Esas carencias han ido puliéndose con el tiempo: la llegada del Dock, del explorador de ficheros y del soporte preliminar del ratón (como característica de accesibilidad, al menos de momento) son signos inequívocos de esa ambición de Apple por acercar el iPad a un terreno conocido: el de sus citados MacBooks.
Eso también ha permitido que Apple estire el catálogo y nos encontremos con una situación ciertamente inusual para sus productos: tenemos desde el iPad estándar de 379 euros, que podríamos calificar hasta de barato para lo que ofrece —sobre todo ahora que es también compatible con el Apple Pencil y el Smart Keyboard— hasta el iPad Pro tope de gama de 12,9 pulgadas con 1 TB de capacidad y conectividad Wi-Fi+celular que sale por 1.879 euros sin stylus o teclado.
Un éxito espectacular, pero no una revolución (y no un mataPCs)
Estos 10 años de historia del iPad han demostrado que la categoría, pese a quien pese (quien suscribe no es muy fan), tiene sentido para millones de personas. Las ventas así lo demuestran, y también el hecho de que muchos hayan fracasado a la hora de intentar adaptar la idea.
Uno piensa en una tableta y es difícil recomendar una que no sea un iPad, aunque fabricantes como Amazon han logrado plantear alternativas asequibles que curiosamente no tratan de impulsar más ahora podrían ser un buen vehículo para vender sus servicios de streaming o incluso para convertirse en productos algo más ambiciosos.
En el otro lado tenemos a las Surface Pro y el resto de tabletas convertibles basadas en Windows, mientras que Android parece haber dejado de lado totalmente este segmento tras el escaso éxito de productos como el Google Pixel C o el pasado Pixel Slate.
Resulta sorprendente que una empresa como Google no haya conseguido poner en marcha alternativas reales, aunque sus Chromebooks han aliviado en cierto sentido ese fracaso de las tabletas. No es mucho consuelo: a la firma de Mountain View se le ha escapado un mercado de cientos de millones de usuarios que hubiera reforzado —como está haciendo con Apple— su enorme plataforma de servicios.
Y sin embargo es difícil plantear el iPad como un producto realmente revolucionario. Como apuntaba el conocido analista John Gruber, la propia Apple ha colocado al iPad en una esquina «que es mucho menos consistente y coherente que la del Mac, siendo además mucho menos capaz». Ocurre, como decía, con el ejemplo de la multitarea, pero también con cosas como la ausencia del soporte multiusuario —una de las clásicas demandas de los usuarios del iPad— o esos tímidos avances a la hora de convertirlo en una alternativa real a los MacBooks, a pesar de que algunos usuarios ya utilizan sus tabletas como tales.
El iPad, al fin y al cabo, sigue siendo en muchos casos un gran iPod touch. Uno que prometía matar al PC e inaugurar esa célebre era post-PC que nunca se produjo. Y a la vista de esas sombras, la verdad, menos mal.
Pese a todo, insistimos, el iPad se ha convertido por derecho propio en uno de los grandes productos en toda la historia de Apple. Felices 10, iPad, y a por la próxima década.
Tomado de xataca.com
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